Era el doceavo día del segundo mes, llevábamos una semana de descanso, pero seguíamos inmóviles en nuestro campamento, sabíamos que las hordas del norte no era nuestra única amenaza, a nuestro señor; Seth Sosuke Sagarasuke le habían llegado informes de parte de Takeshi, nuestro Shinobi, que ejércitos de criaturas extrañas provenientes de los bosques del continente perdido se aproximaban a nuestra posición, teníamos poco tiempo y pocos hombres. Esperábamos refuerzos, y no sabíamos a qué hora llegarían.
Era un poco más del medio día y estábamos posicionados, los refuerzos no llegaban aún pero nuestro valor valía por mil hombres. Nuestro Daimyo, con su imponente armadura tan negra como el Ébano observaba en el horizonte apacible y sereno la aparición de los ejércitos contrarios.
Era un día oscuro, las nubes cubrían el cielo como esperando la tormenta, las hordas del norte y los ejércitos del continente perdido aparecían en el horizonte como brotando de la tierra, para nuestra fortuna, eran enemigos, así que de parte de ellos, no esperábamos una alianza contra nosotros; Nuestras armas brillaban ante el día, esperando la proximidad de las tropas contrarias. De un momento a otro nos encontrábamos rodeados pero parecía que se debatían nuestras cabezas… Tan ilusos… Tan confiados.
Seth Sosuke dio la orden de dispersarse nuevamente, tomarlos por ovejas y cenar hasta quedar repletos, Yamata, un poco más experimentado con aquel Yari llamado Yu corría y rodeaba en su silencio profundo asesinaba como si sus ojos se perdieran en la nada, como si la sangre con causara en él el más mínimo repudio o remordimiento, el azuleo tinte en ellos se perdían en el horizonte que aún no caía.
Tensa, como siempre con su mirada confiada y pobladas cejas sonreía mientras sus contrarios arremetían contra él con furia, su naginata se debatía y golpeaba como el fuego que nunca se extinguiría, sus golpes certeros y tajos precisos dibujaban un panorama de miembros inhertes.
Anagawa que habría llegado días antes, apenas comenzaba a usar una katana, pero su experiencia usando armas cortas como Tanto y Wakisashi no podía hablar mejor de él, igual de confiado luchaba desgarrando, cortando y tajando a aquellas extrañas criaturas que parecían nunca acabar, habrían pasado horas y horas ya casi el sol caía al igual que las fuerzas de nuestros hombres, Seth Sosuke, que como un trueno golpeaba y desgarraba su voz golpe tras golpe se abalanzaba sin obtener daño alguno debido a sus magnificas protecciones, ya parecía un caso perdido, eran cinco veces nuestro numero… Ningún guerrero podría con tanto… En aquel instante, cuando la única salida parecía ser el Seppuku, un grito alentador detuvo aquel pensamiento, se trataba de su hijo, Seth Kuroi Tenshi quién traía los refuerzos que abrieron camino hasta llegar a ellos. Los gritos de muerte eran al unísono, todos corrían ya fuese por estrategia o miedo habríamos reducido el número de ellos considerablemente pero no era suficiente, la lanza de Tensa ya pesaba, al igual que la de yamata a quien le asfixiaba un poco la armadura… Kuroi Tenshi ya recuperado y listo se turnaba con su padre para no caer exhaustos, en aquel preciso instante Seth Sosuke dio la orden de regresar al campamento que no estaba muy lejos, haciendo pensar a nuestros enemigos que nos retiraríamos cobardemente, pero al salir de la multitud quedó frente a ellos, nuestros hombres casi presentían que sucedería… Desde el diafragma del Daimyo y desde su garganta comenzando a rasgarse salió un grito que parecía el rugir de una bestia: -¡¡¡Banzei!!!- Pronto, los ejércitos contrarios quedaron en silencio, fríos y quietos al ver como todos nosotros nos lanzábamos repitiendo la orden dada –¡¡Banzei!! – chocando contra ellos como si fuésemos una avalancha. Fieras criaturas que parecían ser sobrehumanas caían como los pétalos de un cerezo ante una fuerte ventisca, su retirada fue inminente, pocos de los nuestros cayeron, pues nuestra carga había dejado fríos a los demás… Esa fue una victoria más, una batalla más… Y un grito de honor y gloria más.
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